23/7/14

Caso Maryjose: LA VENGANZA DE JAVIER DUARTE.





INFORME ROJO


Un homicidio imprudencial manipulado * Gobierna con las vísceras * Maryjose 

no conduce ebria * Duarte conduce a Veracruz sin juicio * La embestida de la 

prensa duartista * La carta de la periodista * Enoc, el rey del montaje, arma el 

caso * Con Romero Deschamps, el “beso de caballeros” * Otras 

persecuciones.


Por: MUSSIO CARDENAS ARELLANO




Maryjose Gamboa no conduce ebria; Javier Duarte sí conduce a Veracruz sin juicio. Eso 

es peor. Maryjose Gamboa no tienes problemas con el alcohol; Javier Duarte sí. No tiene 

control. Sus juergas son apocalípticas, y si no que le pregunten al líder petrolero Carlos 

Romero Deschamps sobre aquel episodio del “beso de caballeros”.


Unas copas lo alegran; otras lo desinhiben; unas más lo alocan; las de la euforia lo 

pierden. La que derrama el vaso lo impulsa a desatar venganzas, cumplir amenazas, 

abusar del poder.


Maryjose Gamboa Torales es su víctima en turno. Periodista combativa, documentada, 

valiente, también perseguida, acosada, difamada, vive hoy días terribles. Se le acusa de 

un crimen. Se le acusa de un homicidio imprudencial con agravantes. Le fabrican 

pruebas para mantenerla en prisión.


Su calvario inició el sábado 12. Circulaba por el bulevar Miguel Alemán. De pronto, un 

individuo, José Luis Burela López, cruza, torea a un auto y lo arrolla el de la periodista del 

diario Notiver, titular de la columna Al Aire, su espacio desde donde protagoniza una 

batalla de ideas contra el fallido duartismo, directora del Instituto Municipal de la Mujer en 

Boca del Río, en el gobierno de Miguel Ángel Yunes Márquez.



Así habrá sido el impacto que la mitad del parabrisas del Nissan Sentra quedó destruido. 

Obvio, la muerte de José Luis Burela López fue instantánea, él sin vida, pretexto a modo 

del gobernador de Veracruz para embestir a quien lo exhibe.



Maryjose Gamboa frenó el auto. Se orilló y bajó a ver que ocurría. Ahí permaneció. Tomó 

su teléfono celular y enteró a las autoridades. Pudo dejar el vehículo y abandonar la 

escena del accidente. Si hubiera estado ebria, como ahora afirma el aparato judicial 

duartista, nadie lo hubiera sabido. Habría respondido como dueña del automóvil, pero el 

Ministerio Público no habría podido acreditar que manejaba bajo los influjos del alcohol.



Optó por hacer lo correcto. Llegó Tránsito de Boca del Río, municipio donde ocurrió el 

accidente. La trasladaron a las instalaciones de la corporación. Le practicaron los 

análisis para detectar que estuviera bajo los influjos del alcohol. Estaba limpia. Pero 

cuando se enteró al Ministerio Público del Fuero Común, todo cambió. Le imputaron 

temeridad por 

conducir a más de 50 kilómetros por hora y la acusaron de pretender negarse a que se 

hiciera el análisis de alcohol. Luego saldría el MP con que había dado positivo. Así, como 

por arte de magia.



Ya a disposición del MP, Javier Duarte actúa con ferocidad descabellada, la cobardía que 

da la “plenitud del pinche poder”, diría su mentor Fidel Herrera Beltrán. Se soltó la prensa 

duartista, los mancebos de la corte, primero para exacerbar que Maryjose Gamboa 

estuviera detenida, acusada de un crimen, y luego para decir que iba ebria. 

Confeccionaban el episodio en que la periodista era la villana y se merecía la pena 

máxima: 15 años de cárcel.



En el fondo del drama está su integración al grupo yunista, el punto crítico de Javier 

Duarte y Fidel Herrera, la amenaza de perder Veracruz a manos del PAN.



Sin más arma que su palabra, Maryjose Gamboa relató los hechos en una grabación 

entregada a sus familiares. De ahí se volvió un escrito contundente:



Quiero decir que lamento profundamente que a causa de un accidente, haya perdido la 

vida una persona. Pero eso fue, un accidente.


Yo venía conduciendo en las circunstancias que ya he explicado, después de un día de 

trabajo, después de estar con mi hija en una piñata, después de reunirme con personal 

del Instituto, para ver pláticas; después de enviar mi columna en la cual hay registro –fue 

enviada a la una de mañana aproximadamente-. El accidente ocurrió cerca de las 2 de la 

mañana, me hicieron todas las pruebas. Después del accidente, cuando siento el 

impacto, cuando veo que hay una persona en el piso, yo misma llamo a las autoridades.


No había nadie en la calle, estábamos solamente esta persona que lamentablemente 

falleció y yo. Yo misma llamo a las autoridades, no me trasladan a ningún hospital ni 

nada, a pesar de que tenía cristales en el cuerpo. Porque quería se siguiera el 

procedimiento de ley, como tiene que ser, y cuando es un accidente y no hay nada que 

ocultar.


Vamos con el Tránsito, personal de Tránsito, me aplica la prueba de alcoholímetro, que 

desde luego da a cero, da negativo, de ahí me ponen a disposición del Ministerio Público, 

ahí paso cerca de 3 ó 4 horas antes de que alguien llegue a hacerme ningún tipo de 

pruebas ni nada. Después llegó un doctor, me dice que va a ver mis lesiones porque 

tengo cristales en el cuerpo, y los sigo teniendo porque no han permitido que nadie me 

limpie, tengo un esguince en el cuello y una bola en la parte de atrás del cuello, morado y 

no han permitido que se me atienda.


Dijo el doctor que yo aguantaba y pues sí, creo que no queda de otra. Al paso de las 

horas cuando ya se había fijado la fianza –que a mí lo que más me importaba era eso- 

asegurarme de la reparación del daño a la familia, que insisto, lamento muchísimo de 

verdad la pérdida, entiendo lo que están sufriendo, pero debemos de entender que fue 

un accidente, que nadie quería que esto pasara. Y entonces, a lo largo de las horas voy 

dejando de entender cosas, veo que llega Enoc Maldonado Caraza, fiscal encargado de 

montajes de la Procuraduría General de Justicia del estado de Veracruz. El mismo que 

hizo el montaje del asesinato de Regina Martínez, corresponsal de Proceso, el mismo que 

estuvo de fiscal en el caso de Gregorio Jiménez cuando dijo que la vecina era la 

inculpada. Me cuentan, yo estoy en los separos, estoy incomunicada, pero me cuentan 

mis familiares, los que me han venido a dejarme ropa o comida, bueno no me permiten 

cambiarme ropa, pero trajeron un suéter, me han traído comida, y me dicen que entra, sé 

que está ahí, se han estado ahí toda la madrugada y sé que están fabricando un delito 

que no existe y ellos saben que no venía alcoholizada. Saben que no tienen ninguna 

manera de probarlo, saben que no venía a exceso de velocidad, saben que fue un 

accidente, pero saben que seguiré siendo una pluma crítica, saben que no me voy a 

callar, ni me voy a doblar.


Porque yo no tengo nada que ocultar y porque la justicia no se mendiga, no se suplica; 

se exige y es lo que estoy haciendo: exigiendo justicia.


Simplemente creo que Javier Duarte se está desquitando por todo este tiempo que no ha 

podido someterme, no soy su problema, como le decía en Twitter, después de muchas 

descalificaciones e insultos que aguanté toda la semana. Aquí hay mensajes e incluso en 

Facebook, donde me dicen que me abra, que mejor ya le baje. No, aguanté muchas 

cosas toda la semana y bueno, pues creo que la consecuencia es esta, que se está 

desquitando, y cree que la mejor manera es cometiendo una arbitrariedad 


Son expertos en fabricar delitos, en falsear pruebas, pero eso es aquí. Yo confío que la 

justicia federal haga lo suyo, que ponga un alto a este gobierno corrupto, cínico, 

sinvergüenza, que no le importa encarcelar a una persona que fue simplemente 

corresponsable de un hecho, ni el joven esperaba que le quitara la vida, ni yo esperaba 

que este accidente ocurriera y se lo quitara.


Pido justicia porque voy a seguir escribiendo, porque voy a seguir denunciando, y 

porque voy a seguir siendo una voz crítica. No voy a permitir que con esto me dobleguen 

como esperan y no voy a permitir que se haga una injusticia.


Es en esencia, homicidio imprudencial. No lo pensó, no lo fraguó, no pretendía arrancarle 

la vida a José Luis Burela López, de 30 años, de oficio tatuador, egresado de la Facultad 

de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana. Fue un hecho 

impensado, fortuito, surgido de la nada, lamentable para él porque perdió la vida y 

lamentable para ella pues se le acusa de un crimen que no cometió. Tampoco había 

alcohol.



Maryjose Gamboa vive entre lo que escribe y las reacciones que provoca. Habla del 

gobernador Javier Duarte y sus secuaces. Y así se los dice. Exhibe raterías, 

corruptelas, transas grandes y transas chicas, y sobre todo, el abuso de poder.



Vive con amenazas constantes e injurias que no cesan. La última semana fue terrible. Le 

dijeron de todo. Y respondió. Justo en la columna que se publicó el sábado 12, en 

Notiver, la que escribió por la noche, terminó en la madrugada y envió al periódico a la 

una de la mañana. 

El remate es premonitorio: nos vemos en los tribunales. Ahí la tiene Duarte.



Maryjose Gamboa advierte el tamaño de la confabulación: el Ministerio Público para 

incriminar a partir de pruebas falsas; la presencia del hacedor de montajes, Enoc 

Maldonado Caraza, el mismo que enlodó a Regina Martínez, la corresponsal de la revista 

Proceso en Veracruz, tras ser asesinada en Xalapa; la falta de atención médica pese a 

tener daños en el cuello; la marcha atrás cuando ya se le había fijado una fianza.



Enfrenta a Duarte en los tribunales, consignada a un juez, y en el medio periodístico, la 

prensa arrodillada haciendo su chamba, desquitando cada una de las lentejas que le 

arroja su patrón Duarte, infamando, brindando información al gusto del gobernador, al 

estilo de María Gina Domínguez Colío, aún aquellos que en su momento le recordaron que 

de Quintana Roo salió de pelada, cuando su jefe, el narcogobernador Mario Villanueva 

Madrid, ya no pudo hacer nada por ella. Gina no se ha ido. Su mano mece la de sus 

plumíferos.



Hay una diferencia grande. Maryjose y Duarte no son iguales. Maryjose Gamboa no bebe 

cuando maneja. Por eso cuando ocurre el accidente y la lamentabilísima muerte de José 

Luis Burela López, la periodista se detiene, regresa el vehículo, desciende, observa al 

joven tendido sobre el bulevar y llama a las autoridades. Si hubiera estado ebria, se va.



Javier Duarte es lo opuesto. Conduce la marcha de Veracruz a punta de desatinos, de 

rencores, de odio, con la tripa. El poder le sirve para la venganza.



No es el primer caso. Así lo hizo el gobernador de Veracruz con Carlos Jesús Rodríguez, 

dueño del portal gobernantes.com. Le revivió una denuncia olvidada, lo encarceló y lo 

puso en manos de criminales que en el interior de un penal lo molieron a golpes, sus 

riñones casi destruidos. Así lo hizo con Jorge Manrique, víctima de una conjura, acusado 

de oídas, condenado por el delito de extorsión, también puesto en un penal para que los 

reos lo tablearan, sin lograrlo porque hubo poder superior que paró la infamia duartista.



Hay historia qué contar, detalles que describen que Veracruz está gobernado por un 

enfermo que no sabe para qué es el poder.



Aquel episodio del “beso de Caballeros” con Romero Deschamps sirvió también para otra 

persecución. Fue una bacanal de más de 10 horas, en Coatzacoalcos, Marcelo Montiel y 

Marco César Theurel, Flavino Ríos y Ramón Hernández Toledo, ex alcaldes, ex 

secretario de gobierno, líder petrolero, todos testigos de los desfiguros del gobernador.



Duarte es como el ex presidente Felipe Calderón. Después de la primera, la siguiente es 

infinita, y matiza sus excentricidades con un “es que es como un padre para mí”.



Paró su locura cuando la prensa nacional —Brozo— reseñó que el líder de los petroleros 

había desistido de viajar a Veracruz porque no le gustaba que lo besara ni lo babeara el 

gobernador. Qué necesidad de que sus excesos etílicos anden en boca de quienes no 

debe.

Y así, sin calidad moral, embiste a Maryjose Gamboa y le imputa una ebriedad que no